Drácula de Tod Browning (1931)

 

Como ya he comentado en varias ocasiones, uno de los personajes más llevados a la pantalla ha sido el conde de transilvania, Drácula. 

 

 

Una de las versiones más celebradas de los cientos de veces que Drácula ha sido adaptado a celuloide, es sin duda la versión de 1931 por la Universal Picture.

 

Tod Browning fue el encargado (no sin ciertas dudas) en ser el director de uno de los pilares de los monstruos de "La Universal", ya que Browning todavía no se había despegado del todo de su etapa en el cine mudo, y el personaje de la capa al parecer no es que le hiciera mucha ilusión. Aún así y con un corte en el presupuesto fruto de la todavía doliente época del crack del 29, se consiguió comprar los derechos a la familia de Bram Stoker, superando el escollo que no logró 9 años antes el Nosferatu (1922). En un primer momento fue el actor de las mil caras "Lon Chaney" el elegido para interpretar al príncipe de las tinieblas, pero debido a su muerte, se consideró a un actor rumano que ya había conseguido éxito en Broadway en el papel de Drácula. 

 

 

 

Bela Lugosi a través de una exagerada interpretación mostrando un semblante hipnótico, elegancia y sedienta mueca, fue capaz de hacerse con la encarnación del monstruo de Bram Stoker que, a diferencia de otros actores como Christopher LeeFrank LangelaGary Oldman y Gerard Butler entre otros...no dispuso de los medios técnicos ni el maquillaje a disposición de éstos, lo que hace que tenga especial interés para mí, siendo en esta ocasión un Drácula desprovisto de colmillos, sin sangre vista en sus labios y falto quizá del atractivo de otros actores, pero su gestualidad me conmueve, sus ojos totalmente abiertos sin pestañear y sus manos aparentemente agarrotadas acercándose a sus víctimas son de una factura ejemplar. Dwight Frye fue el encargado de hacerse cargo del desgraciado sirviente comemoscas "Renfield", que ofreció una magnífica y desquiciada interpretación que merece especial elogio junto a la de Lugosi, comenzando los dos el viaje a Inglaterra pasando por alto la parte de la historia en la que aparece Jonathan Harker en el relato original. 

Del Drácula de 1931 me quedo con, además de las comentadas interpretaciones de Lugosi y Frye, una increíble y tenebrista fotografía obra de Karl Freund (ayudante también en la dirección de la película), y unos góticos a la par que romanticistas decorados plagados de ruinas, telarañas y sombras por doquier. Me gustaría destacar escenas en Drácula (1931), tales como la de la aparición de las manos apartando los ataúdes, además de los duelos dialécticos entre Van Helsing y su mortal enemigo, sin olvidarme de los repetidísimos diálogos: -Yo nunca bebo... vino- y -escuche, son los hijos de la noche-. Como anécdotas contar que Bela Lugosi fue incapaz de apartarse del personaje que lo llevó a la tumba, encasillándole por completo de por vida y llevándole a hacerse adicto a la metadona, con la locura como consecuencia de su mala llevada fama. Lugosi fue enterrado vestido de conde Drácula, y su amigo Peter Lorre llegó a bromear comentando que antes de enterrarle habría que clavarle una estaca. Años más tarde Martin Landau lograría un Oscar siendo Lugosi en "Ed Wood". Existe una versión española de Drácula rodada por George Melford con los mismos decorados de 1931 y protagonizada por Carlos Villarías que es considerada por algunos como mínimo, de igual calidad a su equivalente.

 

Esta reseña también puedes leerla en: http://www.lasmejorespeliculasdelahistoriadelcine.com/2018/03/dracula-el-mitico-personaje-de-la-universal.html

 

 

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