EL PEPLÚM DE STANLEY KUBRICK
Existe un dicho que promulga que la historia la escriben los vencedores de las batallas. Quien escribió esto obviamente no pensó en Espartaco. El mítico y heróico, el luchador, el indómito, el revolucionario, el amante, el hombre. Él escribió su propia historia enfrentándose junto a los suyos a un enemigo superior, y es que hubo durante el apogeo del imperio romano un hombre nacido bajo la condición de esclavo en la localidad de Tracia que fue destinado de unas minas a una escuela de gladiadores y obligado a luchar para divertir a la nobleza. Este esclavo verídico se rebeló unido a sus compañeros gladiadores contra el gobierno romano establecido, y lo colocó contra las cuerdas reafirmándose contra el esclavista y convirtiéndose en la primera voz de una palabra hasta entonces desconocida por un esclavo en el impero romano. "La libertad". Aún fracasando en el empeño de conseguirla, fue crucificado con el resto de sus colegas rebeldes no sin antes pelear hasta el final, de mostrar su valía, esfuerzo y autoestima, suficientes para levantar un ejército para encararse contra el pueblo que antes les había sometido y negado la condición de ciudadanos y seres humanos. "Espartaco" siempre ha sido, es y será el mayor símbolo de libertad en el que reflejarse. Su historia fue contada con maestría por el meticuloso, genial y primerizo por aquella época "Stanley kubrick" que sustituyó al no menos eficaz Anthony Mann por las desaveniencias con el también productor y protagonista Kirk Douglas, que con el guión del perseguido por la caza de brujas en contra del comunismo en Hollywood "Dalton Trumbo" consiguió materializar el sueño de Douglas de llevar la apoteósica historia del inmortal esclavo de Tracia al celuloide.
Junto a un elenco espectacular de antología compuesto por Tony Curtis, Jean Simmons, Laurence Olivier, Woody Strode, Charles Laughton y el ganador del Óscar por el film Peter Ustinov se logra cinematográficamente de la mano de Kubrick escenas que alcanzan grandiosidad e intimismo tanto en las magníficas batallas estupendamente detalladas como en los admirables diálogos. Las pugnas de espada y lanza se mezclan a la perfección con los entresijos acaecidos en el senado romano y las secuencias románticas entre la bella "Simmons" y el guerrero enamorado de "Douglas" resutan emotivas y románticamente impecables al unísono de la bella e increíble música compuesta por Alex North. La censura de la época mutiló secuencias como la insinuación homosexual de Laurence Olivier a Tony Curtis con el comentario sobre las conchas y los caracoles además de el deseo de Jean Simmons de que su enamorado héroe no prolongue su sufrimiento en la cruz haciendo referencia directa a la Eutanasia. En definitiva, un hito en el péplum basado en una historia tan real como grandiosa con una frase memorable para el recuerdo....... ¡¡Yo soy Espartaco!!
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