Me resulta imposible hablar del "Interestellar" de Christopher Nolan sin los más que posibles referentes que ha tenido el director inglés: "2001: Una odisea del espacio (1968)" de Stanley Kubrick con sus misterios aún por desvelar, "Solaris (1972)" de Andréi Tarkovsky con sus fantasmas espaciales, y no podían faltar los dramas familiares en las películas de la marca Steven Spielberg, que son desde luego a mi criterio esenciales para entender mejor la última aventura cinematográfica del considerado nuevo genio del cine en el siglo XXI.
Pero con toda la espectacularidad scifi-científica como propuesta, la denuncia de los abusos ecológicos del hombre hacia la naturaleza (revelándose ésta en forma de devastadoras tormentas de polvo), y la profética falta de recursos alimenticios para abastecer a todos los seres humanos del planeta, Nolan no consigue convencerme con su profético astronauta Matthew McConaughey, que se convierte por obra y gracia del azar, la matemática, la ciencia y su afán por proteger a su familia, en el salvador de una humanidad abocada al exterminio.
La película del director de la trilogía del caballero oscuro venía precedida de críticas divididas, debido a un gran número de detractores y defensores de un "Interstellar" avalada al parecer por científicos de prestigio. Pero una vez vista por el que escribe estas líneas, tengo que decir que la presente película no ha satisfecho mis expectativas.
Todo lo mostrado en "Interestellar" se antoja indigesto a mi entender para el espectador "normal", y aquello que me gustaba de Nolan se torna aquí demasiado trascendental, a través de una búsqueda de una importancia alejada del entretenimiento didáctico al que me tenía acostumbrado.
Y es que esa estantería alojada en una casa-granja como Teseracto o piedra Rosseta, es la clave de los secretos del universo para salvar a la familia del film, la especie humana y la colonización del hombre de otros planetas, que a mi juicio como película Nolaniana queda demasiado engorrosa, complicada y difícil de ingerir para este espectador que busca en el director de "El Caballero Oscuro", a esa especie de Alfred Hitchcock con un arma automática para entretener y encontrar sensaciones nuevas, pudiendo aportar algo que esté fuera de la mente humana.
El espacio exterior a Nolan se le escapa de las manos, con agujeros negros, utopías galácticas y demás parafernalia que consiguen un film de excelente factura, pero que esta vez no me satisface
como entusiasta del director de "El truco final (2006)" y "Memento (2000)".
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