-¿Crees en el hombre del saco?-. -No-. -Deberías-. Este es el diálogo que Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) mantiene con un periodista de investigación, al ser entrevistada sobre su hermano, al tratar los acontecimientos ocurridos ahora hace 40 años.
Michael Myers ha vuelto….En realidad nunca se fue. Las numerosas secuelas y el remake de Rob Zombie, se han encargado durante este tiempo de mantener viva la leyenda del sanguinario ser que mata sin explicación ninguna, sin mostrar el menor sentido de la razón en los horribles actos de barbarie y asesinato que comete, pero todas estas películas han sido borradas a la hora de poner en marcha las nuevas andanzas de Myers, teniendo en cuenta únicamente la primera de todas ellas.
En realidad, al terminar de ver el film del realizador David Gordon Green, me he dado cuenta de que la historia contada por John Carpenter en el año 78 ha vuelto a repetirse, y lo curioso es que esto no es malo, sino todo lo contrario. Michael Myers (Nick Castle), el actor que lo interpretó por vez primera, vuelve a escaparse de manera similar en la que lo hizo anteriormente, y vuelve a ser perseguido por un sheriff y el doctor que ha seguido su caso durante años, un discípulo del añorado doctor Loomis (Donald Pleasance).
Michael Myers regresa a Haddonfield para matar de nuevo a todo aquel que se tope con él, y hace del salvajismo, la crueldad y el sinsentido del asesinato, su particular modus operandi a la hora de tratar con todo ser humano que se pone a su alcance.
Pero no todo se repite, y es que Jamie Lee Curtis, ya no es la desvalida canguro que ignora de las intenciones de su desconocido hermano. Ahora Laurie Strode después de cuatro décadas es una madre y abuela que se ha preparado durante años con un único propósito…Matar a su hermano.
'La Curtis' hace gala en este film de un registro interpretativo admirable y evolucionado, siendo una mujer que tiene que vivir con la pesadilla de la que no ha podido librarse durante 40 años, pesadilla que la ha convertido en una alcohólica, agorafóbica, maniática de las armas y de la autodefensa, luchando diariamente para mantenerse firme y entrenándose para lo que ella sabe que llegará, que no es más que el destino de tener que ponerse delante del miedo para afrontarlo y vencerlo, destino que ya se le vaticinaba en las clases de filosofía que se le daban en el instituto cuando todavía era una adolescente.
La noche de Halloween, de 2018, es una secuela que es capaz de dejarme satisfecho, y que utilizando las bazas de la película creada por John Carpenter, sabe mantener los guiños, con algún que otro giro autorreferencial que coloca a Laurie Strode donde antes estuvo Myers, convirtiendo al gato en ratón y viceversa, aunque aquí el ratón va armado con un largo y afilado cuchillo de cocina y muestra su sobrada imaginación para crear sufrimiento y chillidos.
Me quedo con secuencias tan impactantes e interesantes como la de Myers en el armario acechando a una nueva niñera con un espabilado niño mirando, el asesinato del adolescente con el tatuaje de la fecha de su muerte en el brazo, y claro un final apoteósico con tres generaciones de mujeres Strode juntas para acabar con el sádico familiar que las ha atormentado toda su vida. Celebro el regreso de Michael Myers y espero que sirva de revulsivo para relanzar la carrera de John Carpenter, que aquí hace las funciones de productor ejecutivo junto a Jamie Lee, y que ha retocado su recordado y terrorífico tema musical para adaptarlo a nuestros días, un Carpenter que ve cómo la mayoría de sus obras son revisionadas por desiguales remakes, y que en su nueva noche de Halloween ha triunfado obviando todo lo anterior para empezar de nuevo, en una reorientación que al parecer ya han tenido en cuenta las nuevas entregas de Terminator y Robocop, la clave está en volver, pero con los creadores y actores originales.
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