Hay que reconocer el mérito que tiene Barbie como nuevo fenómeno cinematográfico (junto a Oppenheimer) al haber superado la maravillosa barrera de los mil millones de dólares en taquilla, relevando a Wonder Woman en cuanto al film protagonizado y dirigido por mujeres con mayor recaudación de la historia.
Los diseñadores de la publicidad del fenómeno “Barbenheimer” estarán de enhorabuena, y merecen el éxito que ya se ha convertido en el evento de cine del año.
¿Consigue Barbie hacer reír amparada como está en el género de la comedia?
Mi respuesta es sí, arrancándome alguna sonrisa debido sobre todo a su autoconsciencia del absurdo que plantea, rindiendo homenaje a películas como 2001 una odisea en el espacio, Bienvendido Mister Chance y otras..
Margot Robbie y Ryan Gosling cubiertos de purpurina y color rosa se comportan como inocentes descerebrados en un mundo de alocada fantasía rutinaria en el que las Barbies dominan el mundo y los Kens viven supeditados a las decisiones y mandatos de sus compañeras.
Los dos protagonistas están estupendos, el diseño de producción es espectacular y altamente curioso acabando “literalmente” con las existencias mundiales de color rosa, los números musicales son pasables y el humor está conseguido, pero ahora bien, toda esa autoconsciencia del absurdo y lo disparatado se van al garete en el último tramo del film, cuando parece que la película se toma a sí misma demasiado en serio, perjudicando a todo lo anterior con un discurso que el público infantil posiblemente no entienda, y que tratándose de una comedia ligera y bobalicona para pasar el rato, prefiere al final coger por la fuerza un estandarte que toma parte de un discurso fuera de lugar para una muñeca de plástico y que podría haberse acercado más a una comedia de los ochenta como Maniquí, lástima.
Barbie como muñeca es eso, un juguete, al que se le han querido inyectar durante décadas toda una ideología, parafernalia y aspiraciones sociales de unos publicistas descerebrados (perfectamente representados por el peculiar y loco actor Will Ferrell interpretando al presidente de Mattel) que a mi juicio no deberían trascender tanto como para convertir un divertimento infantil, o en este caso el tramo final de una película, en un arma arrojadiza para quien quiera sentirse identificado, o peor aun, ofendido con términos como “igualdad”, “patriarcado”, “feminismo” y “machismo”, palabras reivindicables, pero fuera de una comedia que debería ser inofensiva, tratándose del protagonismo de una muñeca de plástico en la que a un adulto como espectador puede resultarle aburrida y a un niña/o incomprensible, y que gracias a una exitosa campaña de publicidad ha atraído a una ingente cantidad de público para todas las edades.